Desde hace mucho tiempo sabemos que los sistemas educativos convencionales enfrentan grandes problemáticas y retos derivados.
Algunos ejemplos son la generalizada desmotivación por el aprendizaje, la presencia de la deuda académica y su relación con la deuda afectiva, la poca evidencia del desarrollo del pensamiento crítico, reflexivo, analítico o creativo, la proliferación del uso de la inteligencia para la demostración de saberes y no la comprensión o empleo de saberes, la inmensa carencia de acompañamiento emocional, la escasa capacidad de diversificar los contenidos según estudiantes y sus características, la pobreza de recursos vinculados al autoconocimiento o la postergación de la reflexión sobre la convivencia, entre muchos otros aspectos.
Sin duda, siempre hay excepciones. A veces encontramos profesores o profesoras especiales que nos brindan alternativas más claras que resuelven algunas de estas problemáticas; directores o directoras que encausan los esfuerzos en favor de propuestas más atentas a detalles normalmente desapercibidos, o incluso algunas iniciativas formales o legales que dan marco a cambios potencialmente valiosos. Pero no son las excepciones (que además son pocas) las que configuran el sistema.
A lo largo de la historia se han dado diferentes intentos por lograr cambios. Propuestas de educaciones en libertad, reformas estudiantiles, la incorporación de la noción de democracia en la escuela, el giro de enfoque hacia el estudiante, la auto-educación, la desescolarización, la escuela en casa, la educación popular, entre muchos otros.
En el Perú, luego de los intentos reformistas velasquistas y su fracaso como parte del declive del periodo de dictadura militar, alrededor de la década del 80, se fundaron varios colegios alternativos que respondían a necesidades de cambio; sin embargo, estos sistemas han supuesto cambios que principalmente han afectado “la forma en la que se transita la educación convencional” (formas alternativas) pero no propusieron sistemas educativos alternativos en sí mismos. En los últimos 30 años, la educación en el Perú, habiendo pasado por la dura década de Fujimori, por los avances mínimos pero importantes hacia la reforma curricular del 2016 (durante una extraña primavera democrática), y por el último proceso de retroceso en las políticas educativas de los últimos años a manos del presente congreso, se encuentra muy maltratada, estando sometida a intereses muy ajenos a sus objetivos primordiales.
Teniendo en cuenta todo esto y otras grandes crisis que afectan el devenir de las relaciones humanas en nuestro país y el mundo entero es que sigue siendo fundamental seguir estudiando el fenómeno del aprendizaje, el desarrollo humano, los factores relacionales y con ello proponer nuevos sistemas para acercarnos cada vez más a resolver estas grandes problemáticas.
Luego de muchos años de trabajo continuo y algunos más dedicados a la investigación sobre estos aspectos, desde el 2012, en MARES, venimos encontrando soluciones valiosas, claras y contundentes que no solo responden a la idea de buscar formas “más amables” de transitar un mismo sistema, sino que también se proyectan a la noción de proponer nuevas y pertinentes formas de comprender y acompañar el acto de aprender. Y no solo eso, sino también el comprender y acompañar el acto de convivir.
Somos una Asociación sin Fines de Lucro. Funcionamos a partir de diversos programas. Cada programa que ha existido ha surgido y se ha desarrollado satisfaciendo necesidades específicas. Hemos atendido grupos de adolescentes por las tardes, generado talleres de verano dedicados al descubrir de intereses espontáneos, llevado durante tres años un curso sobre aprendizaje autónomo para educadores y personas interesadas, diseñado consultorías especializadas para organizaciones y personas, atendido a grupos de familias sobre temas de crianza durante la pandemia, etc. Nuestro Programa Integral es el más importante de MARES. Este programa implica el reemplazo del sistema convencional al sistema de acompañamiento del aprendizaje autónomo.
